sábado, 3 de julio de 2010

Anécdota

Eran las 4 y pico de la mañana de un sábado o domingo. Estábamos en un boliche con unos cuantos amigos. En un momento voy al baño, y me encuentro con uno de ellos en la zona de los lavabos. Un detalle no menor, este amigo de toda la vida, tiene un aire a Luis Miguel, me saca por lo menos dos cabezas y da gay. Cuando me ve, me agarra del hombro afectuosamente y me dice a los cuatro vientos: - Sabés lo que te quiero! y esto me lo dijo sin soltarme. Todos los que estaban lavándose las manos y los que se encontraban meando se dieron vuelta, y me miraron a mí, esperando cual sería mi respuesta, o por lo menos yo percibí eso en sus miradas. Y con mi estado de ebriedad bien latente respondí sin atenuantes: -Yo también te quiero Darío.

Plan óvalo

Por favor, ya está de modé el óvalo de jabón. Es un asco y muy anti higiénico. Obsérvese las grietas que se le hacen con el tiempo, donde se acumula la suciedad.

Desatención al consumidor

Detesto los baños de los boliches. Son incómodos, sucios y tienen mil defectos. El piso siempre está mojado, los cubículos donde están los inodoros, nunca tienen una puerta que se cierre correctamente. Esa puerta, seguramente no llegue al piso, con lo cual, casi que se está a la intemperie. Nunca hay agua. Y si la hay, y te lavás las manos, muchas veces hay un fulano que está ahí sentado esperando propina sólo por decirte con la mirada que ahí en la pared hay toallas de papel. Son un despropósito.

Los desamorados

Están esos gases que suelen encariñarse con uno y nos siguen a todas partes. Pero también y hablando de lo "concreto" están esas veces que uno se levanta del trono, para ver el final de la obra (criticamos a los perros por olerla, pero nosotros no nos quedamos atrás) y no hay nada. Se van solos, no sé como hacen.

No llegás a leer ni el shampoo

Si te sentás y terminás al toque, ¿se puede hablar de precocidad?